Julio 2010
El
Fiscal Saavedra escondía algo. Se notaba en su peculiar manera de hablar y
comportarse. Además, el hecho de ser manco alimentaba el halo de misterio que
orbitaba siempre a su alrededor. En el Juzgado, estábamos convencidos de que
era un fantasma, pero solo el día que desapareció, conocimos su secreto.
Sucedió una mañana en la Sala de lo Penal, cuando el Juez amablemente le
insistió que, en lugar de otro informe manuscrito, se atreviese finalmente con
el ordenador. Fue entonces que Saavedra, visiblemente molesto, reaccionó
violentamente:
–¡Cáspita! ¡No cumpliré la condena que su señoría me ordena!– y
dando un puñetazo sobre la mesa, se desintegró…
En el suelo, mezclada con un
puñado de arena, quedó su toga y un gastado maletín que contenía monedas de
1550, una maqueta del Golfo de Lepanto y un manuscrito de su puño y letra en el que se leía: “En un lugar de la Mancha…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario