Diciembre 2010
La
campana de la iglesia presagia que llega mi momento. Parapetado tras la columna
permanezco inmóvil repasando cada detalle: factor sorpresa, disfraz, no coches,
no luna, no luces.
Hoy me estrenaré como atracador. Aunque realmente soy solo
un capricho de la reencarnación. Antes fui un abogado, pero mi vida de
recursos, vencimientos, penas y apelaciones, acabó la tarde que sufrí un
infarto fulminante. Ahora he vuelto e irónicamente, tendré que aprender a sobrevivir
de esta manera…
Estoy solo y muy nervioso. Oigo pasos. Mi primera víctima se
acerca. Contengo la respiración y espero… espero… y ¡zas!. Salto y la
sorprendo. La chica reacciona lanzándome una mandarina directamente a la cara.
“¡Imbécil!”, grita mientras corro asustado.
Una vez a salvo, me pregunto qué ha
fallado y repaso de nuevo los detalles. La próxima vez no iré de Caperucita a
la Plaza Mayor y mejor esperaré a que sea de noche.
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