Julio 2013
Por las noches
cuando todos dormían, mi abuelo se escapaba de casa. Solo yo conocía su
secreto. Descalzo corría hasta la playa, se sumergía en el agua como un pez y
nadaba y nadaba hasta llegar a Bangalala, una tierra recóndita, mágica y lejana
que solo conocen los nativos y sus antepasados, nadie más. Allí, entre risas y tambores,
se quedaba hasta el amanecer, hora en que regresaba a casa. Lo hacía así a
diario, hasta un día que su alma le dijo que ya estaba cansada de ir y volver, que
quería quedarse en Bangalala. El abuelo entonces, me contó lo que le pasaba y
que no podría ir en contra de los deseos de su alma.
Cuando encontraron su cuerpo
en la playa, dijeron que el abuelo había muerto. Intenté explicarle a mi padre
lo que yo sabía, pero sonrió y me abrazó o lo que es lo mismo, no me creyó.
Solo
yo sé que el abuelo no está muerto, porque las almas nunca mueren, él me lo dijo.
Su alma ahora vive en Bangalala. Desde allí me cuida y muchas veces viene a
verme. Yo no lo veo, pero lo sé. Lo reconozco por las marcas de arena que deja
siempre en el salón.
Seleccionado entre los relatos finalistas para formar parte de la publicación de la primera edición del concurso Purorrelato convocado por Casa África y en el que resultó ganadora Mar Horno García con el relato El Viajero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario