Estamos aquí,
justo al final del pasillo, en el trastero olvidado. Yo llegué hace dos meses y
para mi sorpresa, no estaba solo. Jacinto y Clarisa ya estaban aquí, ¡desde
hace 3 años!
Con mi llegada, ellos
tienen menos espacio, pero, aun así, estamos bien y nos reímos
mucho. Incluso tenemos nuestra propia rutina. De día, no hacemos ruido,
solo dormimos. De noche, cuando el resto duerme, salimos a por comida y a
estirar las piernas.
Ayer por la
noche, Mariana nos vio andando por el pasillo y se puso a gritar. Casi nos
descubren. Suerte que creyeron que era otro de sus delirios y no le hicieron
caso.
Esta mañana hemos
escuchado una conversación. Yo entendí que decían algo de “fumigar por la pandemia”,
pero Jacinto, que es muy testarudo, dice que no. Según él, lo que decían era algo
de “blasfemia”.
¿Blasfemia? Yo creo que se equivoca, pero no he querido discutírselo, porque a él le sienta
mal que insinúen que es sordo. Y lo es, pero no admite que se lo digan.
Solo espero que
alguien nos eche en falta y nos busque, si algo malo estuviera sucediendo en la
residencia.
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